El consentimiento como herramienta en las relaciones sanas

Por: Anette Orillac, Psicóloga Clínica y Psicoterapeuta, @sanamente_pty

El tema de las relaciones sanas y los límites es muy abarcador. A veces no nos detenemos a pensar qué permisos damos a los demás para que actúen de una u otra forma con nosotros, hasta que estamos frente a una situación embarazosa o hasta que consentimos algo que en el fondo no queríamos o no estábamos de acuerdo. No todo el mundo lo tiene muy claro y por eso es bueno hablar del asunto.

Dar nuestro consentimiento/permiso a algo, se trata de acceder a eso con consciencia plena de lo que estoy haciendo. Para esto, ambas partes deben estar en sintonía, es decir que lo que se pide coincide claramente con lo que se da. Cuando los mensajes no son tan claros, o hay confusión en los pensamientos, dejamos entreabierta una puerta peligrosa.  A la cantidad de mensajes turbios que uno puede percibir, se añaden las múltiples interpretaciones. Esto puede dar cabida a malos entendidos, roces, celos, peleas, rompimiento de confianza, traición y hasta abusos. Puede pasar a todo nivel y edad, pero en la niñez y adolescencia la vulnerabilidad puede ser mayor.

La claridad en la comunicación es nuestra aliada para establecer límites sanos en toda relación: entre padres e hijos, hermanos, parientes, parejas, pares, compañeros, jefes y subalternos, amigos, etc. Un “NO” claro y a tiempo puede salvarnos de muchas situaciones desagradables. Cada persona es un mundo y viene con su paquete de creencias y crianzas, pero debemos partir del concepto de que el respeto es un valor básico para vivir en sociedad. Enseñemos a nuestros hijos a establecer límites claros y a respetar el NO ajeno.  Pedir permiso es mejor que pedir perdón.

Si alguien NO quiere dar su consentimiento a una intimidad, a una salida, a una complicidad o hasta una inocente travesura, nadie tiene por qué forzarlo. Todos tenemos derecho a la privacidad. La presión de grupo juega un papel importante en esta faena y puede doblegar la voluntad de los más indecisos (para no llamarlos débiles) quienes terminan bajándole el volumen a su “NO”. Poder decir NO a tiempo, alto y claro, es tener la madurez para poner límites, sin sentir ninguna culpa.  Muchas veces los adolescentes o niños, no se atreven a decir NO por miedo a los demás, a la situación o a sentirse excluidos del grupo. Terminan aceptando situaciones en las que se sienten incómodos, desconfiados, con miedo, angustiados, heridos o confundidos. Recordemos que durante la adolescencia se empiezan a dar cambios importantes en la personalidad del joven y si no establece límites sanos, puede sentirse deprimido o ansioso cuando otros sobrepasan sus límites. Esto es especialmente difícil si nunca lo ha hecho antes, o si no tiene buenos ejemplos en casa. Si está acostumbrado a que en casa no se ponen límites, será muy permisivo con sus pares, pudiendo caer después en traumas, tristeza o ansiedad sin saber por qué.

Por otro lado, hay muchas personas que no quieren aceptar el “NO” por respuesta, sea por impulso, personalidad, oposicionismo o porque vienen acostumbrados a un ambiente hostil, agresivo, de rebeldía o forcejeo, donde no hay límites o reina la anarquía. Con ellos hay que tener aún más cuidado para dejar claro nuestro NO.

Una vez se haya dado consentimiento, el mismo puede cambiar, porque lo que se esperaba no ocurrió de esa manera. El consentimiento puede variar a medida que se avanza en una situación; es decir, no tiene por qué ser estático ni invariable. Puede ser que hoy preste mi celular, pero ya mañana no lo quiera prestar. Puede ser que un padre de un permiso, pero luego lo pensó mejor y no quiera darlo.  No tenemos por qué sentir culpa si cambiamos de opinión, si nos sentimos presionados, forzados, confundidos, descontrolados o congelados. Es mejor decir “NO” si no estamos seguros y mejor ponerse ROJO una vez que ROSADO muchas veces.

Conectemos con nuestras emociones, y demos permiso a nuestra intuición para que nos guíe en momentos en que necesitamos orientación. Si no lo hicimos antes, podemos empezar a hacerlo ahora, con un poquito más de información. Si necesitas ayuda profesional para establecer límites o distinguir qué consentimientos te hacen sentir incomodidad, no dudes en consultar, pues no hay salud sin salud mental.