Generación de cristal: ¿en constante búsqueda de la perfección?

Por Emilia Smith V., Psicóloga 

En los últimos años ha surgido una diversidad de discusiones polémicas sobre derechos humanos, dentro de las cuales se percibe la viva indignación de jóvenes sobre la manera en que nuestros padres han podido manejar los conflictos. En consonancia a planteamientos realizados por la filósofa Monserrat Nebrera, los jóvenes contemporáneos hemos sido criados por individuos que durante su infancia y adolescencia pudieron presentar carencias, que con esfuerzo han intentado evitar que vivamos.

En un afán por brindarnos “lo mejor”, quizás se fueron quedando por fuera de la crianza ingredientes esenciales como la escucha activa, el acompañamiento y la contención emocional. Resulta frecuente escuchar relatos sobre parientes dedicados al trabajo, a la persecución y celebración de resultados exitosos, y no tan interesados en reconocer la intención y el esfuerzo que hay detrás. Tal cual se encuentran jóvenes que parecen buscar complacer estas ansias frustradas por medio de acciones, que incesantemente se interpretan como “defectuosas” o “pequeñas”.

Días atrás me hallé utilizando el concepto “suficientemente bueno”, y no necesariamente valorando la intención por la que por primera vez el psicoanalista Donald Winnicott lo acuñó, sino para descalificar, en cierto grado, el esfuerzo que para un fin estaba siendo capaz de brindar. Anoté mentalmente una pregunta: ¿estoy convirtiendo tal concepto en sinónimo de perfección?

Al reflexionar sobre la forma en la que puedo expresarme de mi y aquello que soy capaz de hacer, reconocí el doloroso camino de pensar y percibirme como “insuficiente”, pudiendo olvidar permitirme ser y aceptar lo que puedo dar en el momento. De repente pensé: ¡no estoy sola!, reconozco este discurso perfeccionista. Mentalmente, doy cuenta de como, en instancias, los jóvenes podemos actuar con inestabilidad e inseguridad. Me detengo  y planteo: ¿cuál puede ser uno de los orígenes de este patrón?

Comencé a evaluar mi visión sobre las generaciones, consideré lo que caracteriza a la mía, esa a la que algunos estudiosos y adultos, popularmente han denominado “de cristal”. Tengamos en cuenta que la <<fragilidad>> del cristal, es solo una de las caras del concepto, como antónimo se subraya la cualidad de <<transparente>>. De esta manera, emprendo un camino para apreciar aquello que atraviesa nuestro cristal y nos ha hecho destacar en nuestro contexto social. Noto que:

  • Lejos de ser “frágil”, denoto un mundo progresivamente más vulnerable con una sensibilidad exquisita, que debiera ser aprovechada más que burlada. 
  • Remoto de ser “rígidos”, vislumbro acciones con un halo de desafío, pero sobre todo de lucha para que tengamos un presente distinto, a favor de un mejor futuro. 
  • Distante a ser “débiles” escucho una protesta, guiada por factores que van más allá de lo racional, integrando la emoción, dando voz a las consecuencias del rechazo y la frustración. 
  • Apartados de ser “inmaduros”, escucho a jóvenes capaces de utilizar sus palabras y acciones a favor de cuidar la salud mental y el bienestar ecológico de nuestro planeta.

Aún así, el enfoque parece recaer sobre lo negativo, ¿qué hace que permanezcamos reconociendo a la juventud desde un ángulo peyorativo? Pasando de caer con la misma piedra, apelo a concentrarnos en escuchar lo que el “quiebre” de esta generación tiene para decir. Realicemos preguntas cuyas respuestas inviten a pensar sobre la difícil tarea de ser autocompasivos y aceptar que no tenemos la responsabilidad de ser perfectos, sino suficientemente buenos.