¿Por qué es importante la salud mental materna?

Por: Mgtr. Ely Cowes, Psicóloga Clínica

Para hablar de la importancia de la salud mental materna debemos reconocer el rol tan esencial que tiene la madre en la vida de sus hijos. Esto es más fácilmente reconocible en los primeros meses de vida, con el tan deseado pecho que tiene el poder de apaciguar las ansiedades de todo bebé. Posteriormente, cuando el bebé vaya creciendo – convirtiéndose en infante y luego en niño– buscará a la madre, ya no para el pecho, sino para que sus necesidades de cuidado físico y emocional sean suplidas. 

Esta capacidad de suplir las necesidades –físicas y emocionales– es delicada, ya que está constantemente puesta a prueba. Para muchos padres es más sencillo proveer los cuidados físicos, estos son más concretos y menos demandantes emocionalmente. Los cuidados físicos serían la provisión de alimentos, un techo en el cual vivir, vestimenta, escuela, etc. Los cuidados emocionales son más difíciles porque demandan que el cuidador pueda sintonizar con lo que le está pasando a su hijo. Y lo que pasa con los hijos cambia de momento a momento, lo que complica la tarea aún más. 

Poder sintonizar implica poner en pausa lo que me está pasando a mí para poder conectar con el otro. Lo que hace que esta tarea sea tan delicada es que hay muchos factores que influyen en esta capacidad de leer los estados emocionales de los hijos. Si la madre está bajo mucho estrés, hay cuentas que pagar, muchos hijos que demandan atención, dificultades con la pareja, o en el caso que nos compete hoy, dificultades en la salud mental, esta capacidad se puede ver afectada. 

Ahora, ¿por qué es tan importante poder sintonizar, empatizar y conectar con los hijos? Resulta que las personas no nacen con la capacidad de comprender lo que les está pasando. Por ejemplo, un bebé no identifica que tiene frío o hambre, solo siente una gran incomodidad que lo hace llorar. Si el cuidador logra interpretar esta incomodidad adecuadamente, el bebé irá ganando una sensación de seguridad y confianza de que sus necesidades serán suplidas. 

Además de esto, poco a poco irá ganando la sensación de ser una persona en el mundo, literalmente. Esta sensación de ser un “sí mismo” se refiere al poder vivenciarme a mí como un ser que tiene su propia mente; es decir, mis propios deseos, intenciones, emociones y pensamientos. Como dije anteriormente, esta vivencia de ser “yo” se construye. La forma en que se construye es con un otro, en este caso la madre, que pueda ver y leer adecuadamente al hijo. Por ejemplo, si el niño está llorando porque los compañeros de salón lo están molestando,

sería ideal que el cuidador pueda reflejarle que nota que esto lo pone triste y lo frustra (después viene la parte de buscar soluciones, pero primero se debe conectar). 

Esta experiencia de “ser visto,” de ser adecuadamente leído, brinda una sensación de coherencia interna. Además, permite al niño comprender lo que le sucede y le brinda una sensación de que es real y es importante, y más aún, de que hay otra persona allá afuera que lo puede notar, recibir, comprender y proveer sostén emocional. Esta experiencia, cuando es consistente, legitima el sentido de ser un “sí mismo” y aumenta la seguridad y confianza en sí y en el mundo. 

Esta es la base para criar seres sanos mentalmente, que sean capaces de regular sus emociones, de establecer vínculos significativos y estables con otros, de confiar en sí mismos para solucionar los problemas, entre otras habilidades necesarias para la vida. Entonces, la madre que goza de salud mental, es una madre que podrá tener mayor capacidad para leer los estados mentales de su hijo, proporcionando respuestas coherentes a la situación. 

La madre que goza de salud mental está conectada consigo misma y es capaz de darse cuenta cuando no está pudiendo con toda la carga que implica su rol; porque ella se comprende a sí misma, se da cuenta de lo que necesita y puede pedirlo, porque confía en que el mundo es un lugar seguro y siempre podrá reparar, con amor y conexión, cualquier falla que pueda haber en el vínculo con su hijo.