Sobreviviendo a la muerte por suicidio de un ser querido

Por: Tomás Vásquez, Terapeuta familiar y de parejas

La muerte de un ser querido es un evento difícil que, en algún momento, experimentamos todos los seres humanos. Nos confronta inevitablemente con no volverle a ver, escuchar, ni sentir a aquella persona que ya no está. Si bien, una pérdida es una pérdida, la muerte de un ser querido cobra matices distintos cuando ocurre por suicidio. Para los sobrevivientes puede ser inesperado y los inunda con cientos de preguntas sobre las razones de esta decisión.

Ante esta pérdida, el “¿por qué?” se vuelve una pregunta incesante que se repite una y otra vez, pues se anhelan encontrar razones claras, una explicación de por qué ha ocurrido. Cuando alguien muere por suicidio, muere porque ha sentido mucho dolor; porque su mente solo le hacía pensar en encontrar alivio o paz, frente al sufrimiento emocional profundo que le inunda. 

Hay numerosas emociones que pueden sentirse en este momento. Escepticismo, sorpresa, agobio, enojo, ira, frustración, indignación, apatía, confusión, soledad, desesperanza, miedo, tristeza, dolor. A veces aparece una o varias, todas o ninguna, en ocasiones se siente solo vacío. Pero por lo general, hay dos emociones que suelen auto invitarse cuando el ser querido muere por suicidio: la culpa y la vergüenza. 

Para muchos es frecuente sentir culpa y/o querer buscar culpables como una manera de lidiar con el dolor de la pérdida. Cuando se siente, la culpa lleva a penalizar y en la mente aparecen pensamientos que nos hacen dudar sobre nuestras acciones por no haber podido predecir o intervenir antes: “Si yo hubiese sabido…”, “si yo pudiese volver el tiempo atrás”, “es que yo pude haber hecho…”.  Por su parte, culpar a otros surge como un impulso; como una forma de arrancar el malestar de adentro, para ponerlo afuera. En realidad, la evidencia indica que no hay tal cosa como un “culpable” ante una muerte por suicido. 

Y, del otro lado, tenemos a la vergüenza. Cuando se siente, se teme a ser juzgado o condenado por los demás (familia, amistades o la sociedad); se teme ser visto como responsable directa o indirectamente de la muerte de nuestro ser querido o que éste pueda ser etiquetado por la sociedad. 

Perder a alguien por suicidio, puede ser como despertar cada día para revivir un mal sueño o una pesadilla que no se puede olvidar. En un momento así, puede ser valioso recordar:

  • No hay una manera adecuada de cómo tomarlo, ni cómo sentirlo. Tienes derecho a sentir tus emociones.  
  • “El suicidio no es una acción para buscar la muerte, es una forma de salir del inaguantable dolor psíquico” (Pompili, y otros, 2013). Tu ser querido estuvo pasando por sufrimiento y aunque luchó por seguir adelante, su mente se vio empantanada, como si hubiese entrado a un profundo y oscuro túnel. Anhelaba calmar su dolor y no pudo ver que de esa forma también dejaba de vivir.  
  • No te sientas forzado a hablar de tu pérdida y tu dolor, si no lo deseas. Quizás hablarlo pueda parecer inútil o innecesario, pues no va a regresar el tiempo. Quizás pueda dar miedo a no ser entendido o juzgado por otro. El duelo es un proceso y no hay un tiempo específico para sentirse de una u otra forma. 
  • No tienes que pasar por esto solo/a. Si bien muchos tienden a aislarse en momentos como estos, a quedarse en casa, e ignorar al llamado de amistades o evitar hablar de nuestros sentimientos, sabemos también el valor que tiene contar con un grupo de apoyo que pueda acompañarte o incluso escucharte cuando estás listo para hablar. Cuando hablamos de nuestra pérdida, del enojo, de nuestros miedos, de la culpa y de la vergüenza, es cuando podemos empezar a dar significado y a entender el impacto de esta ausencia en nuestras vidas. 

Cuando se ha pérdido a un ser querido, y más cuando ha sido por suicidio, debemos lidiar con esto viviendo un día a la vez. Entendiendo que el duelo es un proceso y toma tiempo. Para algunos, el impacto de la pérdida es tan abrumador que eligen desconectarse lo que esto ha significado en su vida. Otros deciden resguardar sus sentimientos en una cajita en su  interior.  Quizás estas formas de afrontamiento les ayuden momentáneamente a pensar que están siguiendo adelante. Es entendible afrontarlo así, pero es importante que eventualmente, cuando estés listo, puedas abrir un espacio para hablar,  procesar y empezar a sanar.  La desconexión o el secreto pueden ser contraproducentes a largo plazo; ya que pueden alargar, profundizar y enraizar el dolor aún más.

Para quienes no han perdido a seres queridos por suicidio

Aún hoy día, cuando se habla de tentativa y de muerte por suicidio se escuchan etiquetas como “malo”, “loco”, “débil”, entre otras. Poco se habla desde la empatía y  el intento de comprender el sufrimiento y el dolor que ha experimentado ese ser humano. Se sigue poniendo atención al disparador y no al malestar sostenido que experimenta el que sufre. 

Debemos saber que no se trata de valentía, ni muchos menos de cobardía, como algunas personas siguen creyendo. “Dolor es dolor; el sufrimiento es sentirse solo en el dolor” (Goulston, 2017). Perder a alguien por suicidio, es hablar del dolor que experimentó quien ya no está (físicamente) y de la tristeza profunda que se siente, al reconocer su permanente ausencia. 

Las muertes por suicidios son impredecibles; pero podemos prevenir abriendo espacio para hablar de salud mental. Como miembros de una sociedad, necesitamos tomar responsabilidad en la remoción de las etiquetas y la estigmatización que acompaña.

Si conocemos (directa o indirectamente) a alguien que haya perdido a un ser querido por suicidio, además de lo anterior, quizás los siguientes puntos puedan ser de utilidad:

  1. Reconoce la pérdida de un ser querido. Reconocer no es sinónimo de inundar al doliente con los detalles que podemos saber.
  2. Evitar juzgar o criticar a quienes han sobrevivido. Quienes han perdido a un ser querido suelen sentir culpa y vergüenza; juzgarles o recriminarles no va a ayudar a nadie. 
  3. Pregunta si necesitan ayuda y, si lo desean, cómo puedes ayudar. 
  4. Se paciente y escucha. Puede que quien acaba de perder a alguien no tenga intención de habla; pero en caso de que desee hablar, procura ser receptivo y no indagar.
  5. Brinda apoyo; los rumores, fingir que no ha ocurrido nada o imponer el secreto (“de esto no se habla”) son acciones que son contrarias a esto.

En nuestro Programa SanaMente, nos enfocamos en crear conciencia sobre la prevención de suicidio a través de charlas, artículos, Instagram lives y evaluaciones masivas para identificar y tratar a adolescentes en riesgo. Es parte de nuestra misión  recordarle a las poblaciones con las cuales trabajamos: ¡La  vida de todos tiene valor!