El Apego: La fortaleza que da el amor

Por:  Anette Orillac, Psicóloga clínica @sanamente_pty

Se habla mucho del apego madre-infante, pero la mayoría no alcanzamos a imaginar el alcance que tiene este hermoso vínculo afectivo para formar las bases de todas nuestras futuras relaciones. Así de fuerte y poderoso llega a ser el apego, el cual se desarrolla en los primeros años de vida en nuestra relación con los cuidadores primarios. Junto a la genética, el apego juega un papel preponderante en el desarrollo de la personalidad. 

Normalmente desde que nace el bebé, la madre siente un deseo innato e indescriptible por cuidarlo y amarlo. Si tuviera que ausentarse un momento, buscaría a la mejor persona para reemplazarla temporalmente, asegurando su bienestar total. Hasta ese momento mamá nunca imaginó que podría dar la vida por otro; ya parece que madre-hijo se encuentran en un mundo aparte, ensimismados, totalmente conectados, sin importarles lo que suceda alrededor; la madre lo entiende, lo calma y cubre todas sus necesidades.  El bebé siente a su madre como si fuera parte de él, y no como alguien separado; desarrolla una total dependencia.

El bebé empieza a reconocer a mamá por su olor, voz, caricias, leche, miradas y arrullos; así se siente seguro cada vez que necesita alimentarse, cambiarse o dormir; va interiorizando a su madre como su figura de apego seguro más importante.  De este amor y base segura, se desarrollan los esquemas de fortaleza y vulnerabilidad para afrontar las adversidades de la vida.  Cuando comienza a gatear, se aleja tratando de explorar, pero regresa a su base segura. Si encuentra un extraño, siente ansiedad y llora desconsoladamente.  Aquel que no encuentre consuelo, sentirá una separación indeseable, un abandono y una pérdida de afecto. Si esto se hace costumbre, el bebé lo asimila como un apego inseguro.  

Un niño de 3 años ya percibe a su mamá como una figura “separada”, incluso intenta evitar la separación. La seguridad de mamá durante los primeros años de vida le proporciona al niño TODO lo que necesitará para afrontar cualquier dificultad en las relaciones futuras de su vida: proximidad, confianza, buena expresión de los afectos, mayor autoestima, capacidad de amar, capacidad de resolver, arriesgarse, etc.

Por distintas razones algunas personas desarrollan apegos no tan seguros; entonces permea en el niño una desorganización interna que podría llevarlo a ser un adulto desconfiado, inseguro, preocupado o ansioso, y consecuentemente tener dificultades en sus relaciones interpersonales.  Ese vínculo se podría reflejar en sus futuros apegos, y hacerlo más vulnerable ante situaciones difíciles, causándole mayor dolor emocional (Bowlby, Ainsworth, 1970). Podría generar baja autoestima, dependencia, inseguridad o tendencias evitativas en sus vínculos emocionales.

Y es que el apego se puede sentir, evocar y reproducir. Durante la adolescencia, el joven aprende a reproducir apego a nuevas figuras y empieza a explorar relaciones. En la pareja se manifiesta claramente la función del apego. De adulto reflejamos en los demás lo que interiorizamos de niños. En las interacciones con otros se mezclan las emociones del momento con nuestras personalidades. Igualmente encontraremos personas con distintos estilos, y no entenderemos el por qué de los conflictos, los cuales pueden surgir entre parejas, amigos, familiares, compañeros, etc. Por dicha, el apego se puede reparar. 

Muchos síntomas de ansiedad y depresión que nos encontramos en consulta están relacionados con la evolución del apego. Si conoce a alguna persona que tiene dificultades en relacionarse con los demás o está sufriendo, es aconsejable que busque apoyo psicológico. Ayudamos a conseguir una base segura de apego aliviando el dolor, y logrando así una mejor salud emocional.

Conoce más acerca de nuestro programa de Facilitación de apego madre-infante