¿Y nuestros niños?

Por: María del Pilar Duclías Diez, Psicóloga Clínica de Niños y Adolescentes

En un “caos” que trajo el inicio de la cuarentena, hemos escuchado y hablado de todo: el riesgo de nuestros familiares mayores, el manejo de convivir más tiempo en casa, la suspensión de colegios, la caída en la economía, el caos del papel higiénico, la falta de levadura, los cumpleaños virtuales, las malas conexiones del internet, los cercos sanitarios, la cocina, el jardín, la falta de tiempo, los límites laborales. En fin, creo puedo seguir con una lista casi interminable.

Cada día, sigo escuchando a familiares, amigos, colegas y pacientes que me hablan sobre la “nueva normalidad” en sus vidas. El reto que conlleva el teletrabajo o la falta de él y mantener la casa, o incluso de la dificultad de hacer un supermercado. Pero, hay una reflexión que muy pocas veces logro escuchar y es el reto que viven nuestros niños y niñas de edad escolar, los adolescentes que están en sus quince años o los que este año culminaron sus estudios secundarios.

Hoy quiero compartir esta incógnita y reflexión con ustedes: 

¿Y nuestros niños? 

¡Nuestros fuertes, pacientes y esperanzados niños se merecen reconocimiento!

En ocasiones anteriores (en la antigua normalidad) tuve la oportunidad de sentarme a pensar sobre la realidad de muchos de los menores de edad de nuestro país.

Gracias a mi experiencia siendo voluntario del Programa de Apoyo Hospitalario de Fundación Relaciones Sanas, tengo recuerdos cercanos de la ansiedad que puede sentir un niño antes de ser ingresado a una sala de operaciones. En donde a veces pareciera que no entienden del todo lo que está y va a pasar, y por unos días salen de su “normalidad” a vivir un cambio que en futuro cercano trae un bien mayor. 

Al ver la respuesta emocional de los niños y adolescentes frente a la situación actual, y aquella frente a la cirugía, no puedo evitar notar similitudes. 

¿Qué es el programa de apoyo hospitalario? 

En los últimos meses, nuestros menores han sido expuestos a cambios radicales en sus estilos de vida. Algunos con edades tan cortas que no logran comprender del todo el por qué no pueden abrazar a sus abuelos, regresar a la escuelita o celebrar sus cumpleaños con seres queridos.

La ansiedad en niños se puede manifestar de muchas maneras diferentes. Ya sea en forma de preocupaciones, miedos, problemas para conciliar el sueño, enfados o irritaciones frecuentes. Inclusive por medio de dolores físicos que no tienen causa aparente como en el estómago o en la cabeza. 

En el programa de apoyo hospitalario trabajamos con una población en donde padres, madres y niños se enfrentan a lo que conllevan las operaciones. En donde un niño o niña se separa por un breve periodo de tiempo de sus seres queridos y debe “ser valiente, fuerte, grande” porque todo esto va a pasar rápido y no se darán ni cuenta cuando todo ya va a haber terminado.

Mientras el niño espera por su operación, hay madres, padres o abuelos angustiados, que no comprenden muchas veces del todo el tecnicismo del procedimiento. O, que quedan en espera mientras el niño o niña pasa al quirófano, quedando con grandes ojeras y rosarios en mano, para luego de una exitosa operación velar intranquilos el poder regresar lo antes posible a casa: a la normalidad. 

¿Suena similar? 

Y tiene sentido, si muchos de nosotros, como adultos hemos manifestado nuestras preocupaciones frente a lo que estamos viviendo por medio de conductas a veces desbordadas, ¿has pensado en los niños? Como adultos tenemos la capacidad de comprender, asimilar y movernos según lo abstracto que es un virus que no podemos ver a simple vista pero que nos ha cambiado cada una de las rutinas. 

Nuestros hijos, hijas, sobrinos o nietos están pasando por lo mismo que tú y que yo; se sienten preocupados, te ven a ti preocupado, buscan la forma de movilizarse y ajustarse a los cambios, a seguir sus nuevas rutinas en mayor medida, aunque de lo que no nos damos cuenta es que ellos también resienten el cansancio de tanto. 

Tú y yo decidíamos si queríamos salir en la hora asignada, ¿Y ellos? Es aquí donde traigo la similitud: nuestros niños hoy viven con la misma luz en sus ojos, incluso algunos más brillantes a causa de ver más horas a sus papás, algunas relaciones se han mejorado en calidad y en tiempo pero otras se han distanciado y las maestras y amiguitos parecen ser más importantes que nunca. 

Démosles crédito a nuestros menores, se han esforzado tanto o más que nosotros mismos. Han puesto de su parte, hijos únicos, hermanitos, pequeños, adolescentes. Y, sin todas las capacidades cognitivas desarrolladas, que nosotros aún teniendo, muchas veces no hemos podido sobrellevar algunos momentos en que se nos han disparado sintomatologías de ansiedad.