Confesiones de una mamá de Angelitos

Por Carolina Rodriguez, Maestra de Preescolar, educadora para padres en disciplina positiva @chiquitosencas

Mi maternidad ha estado desde el primer día dividida en dos, en una maternidad con angelitos en el cielo y una cargada de risas con dos chiquitos que me llenan de alegrías constantes, pero soy mamá desde el primer día y eso, eso es lo que importa.

Muchas niñas cuando somos pequeñas soñamos con el día en que seamos mamá, jugamos a serlo, cargamos bebés, jugamos a las muñecas, lo más común es crecer con una semilla de maternidad incluida. Yo era una de esas niñas, soñando toda la vida con el momento en el que me convertiría en mamá, si además le sumamos que estudié educación preescolar y crecí en una familia grande, en donde siempre había un niño chiquito, pues es entendible que ese deseo siempre estuviese ahí. 

Tener contacto diario con niños pequeños e historias de embarazos hicieron que tuviese una idea bastante amplia de la mayoría de las cosas que te dicen los libros de maternidad. Pero hay algo que nadie te dice y es que hay un gran número de embarazos que no tienen un final feliz, que las estadísticas están ahí, que no importa el número de semanas o meses de gestación eso puede pasar, pero sobre todo, nadie te dice que cuando pasa duele y duele mucho. 

Durante mi primer embarazo trataba de imaginar el día en que por fin Juan Pablo llegaría a mis brazos, ese día en que tendría a mi chiquitico conmigo para siempre, en el que llegara la pieza que faltaba para convertirnos en una familia. Fue un embarazo normal y tranquilo, con controles regulares y monitoreos constantes, pero que por cosas de Dios no tuvo el final esperado y justo el día en que conocía el amor más grande, también conocía la tristeza más profunda que uno puede sentir. Mi bebé se fue demasiado pronto, dejando muchos aprendizajes, pero también muchos espacios vacíos que nunca se podrán llenar nuevamente. 

Hubo momentos muy duros, aún los hay, pero enfrentar al mundo fue y sigue siendo lo más difícil de hacer. Me siento mamá desde el momento en que supe que ese bebé venía, pero no tenerlo en mis brazos me convertía en nada, no había días de las madres que celebrar, no había fotos que poner, no había bebé que cuidar

He pasado por tres pérdidas, y cada una me ha dejado una gran huella y un gran aprendizaje, cada una ha sido una experiencia diferente de transitar, cada duelo me ha llevado a lugares distintos y me ha convertido en una nueva persona. Y luego de ellas, los embarazos nunca han sido iguales.

El embarazo después de la pérdida es complicado, difícil, angustiante, lleno de dudas, incertidumbres, ansiedad, culpa y dificultad para conectar con ese nuevo bebé. Un embarazo después de una pérdida puede ser abrumador, emocionalmente complicado y afrontarlo siempre nos llena de alegría e ilusión ante la nueva oportunidad y una lucha constante con los recuerdos del anterior. No hay formas correctas de vivirlo, no existe un manual, cada embarazo es diferente y solo quien lo atraviesa sabe qué está bien y que no.

Este último, que a penas terminamos de transitar, lo vivimos muy diferente a los demás. Durante 38 semanas nos dedicamos a disfrutarlo en silencio, no por miedo, no por esconderlo, simplemente porque sentimos que así debía ser y nos dejamos llevar por el ritmo que marcaba este bebé.  Un embarazo que desde el día uno sólo nos hizo sentir calma, tranquilidad, Fe y confianza de que todo estaría bien. Un bebé que me inspiró mucha paz, que marcó sus tiempos y que en medio de una cuarentena me obligó a disfrutar del tercer trimestre en la intimidad de mi hogar con quienes forman a mi familia.

Nunca pensé que podría disfrutar de la calma de un embarazo hasta ahora, en medio de una Pandemia que nos obligó a poner frenos a todos. Nunca pensé que las últimas semanas las vería con la ilusión de ponerle carita y nombre a un bebé que vino a llenarnos de color nuevamente, y sin la ansiedad y el miedo que marcaron mis últimas semanas del embarazo de Juan Diego

Nunca imaginé que un nuevo embarazo me permitiría explorar lo que no tuve con cada uno de los anteriores, que esto se convertiría en un remansito de paz dentro de tanta locura. Hubo momentos de crisis, pero los cuento con una mano, pedí tanto poder disfrutar cada minuto que siento que me fue concedido el poder hacerlo a nuestro ritmo y en paz.

Cada quien vive la maternidad como quiere y puede, cada quien tiene una historia que quiere o no quiere contar, pero cada maternidad es única y diferente, cada una es especial, agotadora, retadora y llena de un amor inmenso, incluso esa maternidad como la mía en la que hay un huequito que nunca se va a poder llenar.

Sin duda cada hijo me ha enseñado algo, Juan Pablo me enseñó que no tengo el control, que tenía una cajita de herramientas emocionales y que debía vivir un día a la vez. Juan Diego ha sido mi gran maestro, el que me enseñó cuánto podía amar, el que me reta y me invita a ser mejor persona y profesional, el que me saca de mi zona de confort y me llena de risas. Mi nene me enseñó mis sombras, me llevó a lo más oscuro para desde ahí poder apreciar la luz y valorar realmente todo. Y Marcela me ha enseñado el valor de la constancia, la paciencia, pero sobre todo de poner foco en lo importante, de mirar hacia adentro, vivir en calma, a mi ritmo y fluir a pesar de lo que sucede alrededor.

Hoy mis días están llenos de música, risas y color gracias a Juan Diego y Marcela, cuando hay días tristes busco subirles el ánimo inventando, haciendo, jugando. Todo esto lo hago porque sé lo que se siente tener un cuarto vacío y en silencio, lo hago porque esas risas son mi motor y fueron ellas las que alejaron la tristeza de mí, lo hago porque mis chiquitos se merecen una mamá saludable que los ame desmedidamente y que disfrute cada segundo con ellos. 

Cada día hay menos espacios para la tristeza y las lágrimas aunque en ocasiones eso me haga sentir culpable, como si fuera a olvidarme de mis otros bebés. Cuando la tristeza llega, y siempre es sin avisar, yo me dejo sentirla porque en el fondo es la manera que tengo de vivir mi maternidad entre este mundo y el cielo.

Así que si como yo, vives una maternidad con angelitos en el cielo, desde el fondo de mi corazón te mando un abrazo y te digo como me dijo alguien muy querido “Dios tiene que pensar que eres muy especial para haberte escogido para regalarle un angelito”, vendrán días mejores, sólo debes ir un día a la vez.

Si después de leer este testimonio, te sentiste identificada, es importante que sepas que no tienes que pasar por esto sola. Abrir un espacio terapéutico para procesar las pérdidas puede ser muy beneficioso para ti y tu pareja. Aquí te dejamos algunos lugares donde puedes buscar ayuda:

 

  • Fundación Piero Rafael Martinez de la Hoz- @fundacionpiero17- 6613-3667
  • Fundación Huellas de Angeles- @huellasdeangelpanama- 6001-9189/ 6613-4909