Desarrollo moral en los niños

Educar a nuestros niños no es tarea fácil y menos aun cuando se trata de temas relacionados con lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo inaceptable, lo que se puede o no se puede hacer, en fin, todos aquellos temas que giran en torno al desarrollo moral de los niños y a la adquisición de los valores que enmarcarán los actos de nuestros hijos durante el
resto de sus vidas.

Es común escuchar a los niños pequeños hacer cuestionamientos como: ¿Esto es bueno o malo? ¿Por qué esa persona hace eso si tú dijiste que no se puede? ¿Por qué a mi amigo lo dejan hacer eso y a mí no? Aunque sabemos que los niños esperan respuestas claras y concisas ante estas inquietudes, muchas veces nos cuesta explicar la razón de nuestra forma de pensar y cómo esto difiere de una persona o familia a otra.

Es a través de momentos como éstos que comprendemos que la educación moral de nuestros hijos es una tarea delicada y complicada. Tenemos por un lado que ser tolerantes para aceptar que no todos los padres piensan o actúan como nosotros, pero a la vez firmes y constantes para enseñar a nuestros hijos cuáles son los principios que rigen nuestras vidas y en qué áreas no estamos dispuestos a transar ni ser flexibles. Si guiamos la educación de nuestros hijos de esta manera, los niños aprenderán acerca de nuestros valores y creencias, y podrán integrarlos a sus esquemas de pensamiento.

El juicio moral, o sea, poder reconocer entre lo bueno y lo malo, forma parte esencial del desarrollo social e intelectual
del niño. El juicio moral es más que el aprendizaje de normas o reglas y requiere de cualidades tales como empatía, comprensión de las relaciones sociales, comprensión de las reglas de la comunidad o sociedad, entre otras.

Son muchos los teóricos o las teorías que han tratado de explicar el desarrollo moral y cómo es que los niños, poco a poco, integran cualidades morales a sus pensamientos y acciones.

Para entender mejor el desarrollo moral en los niños, expondremos algunas de estas teorías.

La teoría del aprendizaje social sostiene que los niños aprenden juicio moral a través de la observación e imitación de modelos. Según esta teoría, los padres u otros adultos, relevantes en la vida del niño, son la fuente principal a través de la cual el niño aprende qué es bueno o malo y qué conductas son correctas o incorrectas. Los padres ejercen esta influencia modelando y premiando las conductas deseadas y evitando y castigando las conductas no deseadas.

Si bien es cierto que esta teoría tiene mucho sentido y recalca la importancia del rol de los padres, también debemos recordar que los niños muchas veces enfrentan situaciones y a la vez reaccionan de formas que nunca antes habían visto.

Para entender mejor esta teoría, citamos ejemplos sencillos y comunes relacionados a las ocasiones en que los padres les enseñamos a los niños a mentir o inclusive les hacemos mentir por nosotros. Por ejemplo, vamos a un parque de
diversiones y nos preguntan cuántos años tiene nuestro hijo, ya que los niños menores de 6 años no pagan.

Inmediatamente respondemos, el niño tiene 5, aunque en realidad tiene 6 y nos ahorramos una entrada, pero no nos damos cuenta que el niño ha recibido el mensaje de que es permitido mentir en ciertas situaciones y podrá repetir este ejemplo cuando considere que la situación lo amerite. Es aquí donde la teoría del aprendizaje social podría fallar, ya
que el niño podría copiar esta “mentira”º en una situación parecida, pero no idéntica, la cual podría tener consecuencias
importantes. Igualmente pasa cuando alguien llama a casa, el niño contesta y nos dice: “Mamá te llama tu jefe al teléfono”.

Le decimos: “Dile que no estoy, que ya salí para el trabajo”. En esta situación no sólo estamos enseñándole al niño a mentir, sino que también le estamos pidiendo que mienta por nosotros, lo que podría hacerle sentir culpa e incomodidad.

También le enseñamos a evadir sus problemas antes que a atacarlos. En situaciones como estas sería mejor decir: “Dile al señor que disculpe, ya sé que estoy un poco retrasada y tan pronto llegue a la oficina le explico el motivo de mi retraso”.

De esta manera le enseñamos al niño que aunque a veces cometemos errores, es mejor enfrentarlos y hablar con la
verdad para resolverlos.

Otra de las teorías relevantes es la que desarrolló Jean Piaget. De acuerdo con Piaget, la moralidad en los niños se desarrolla en dos estadios importantes de secuencia fija. El primer estadio, o estadio de moral obligada, se caracteriza por juicios rígidos y simplistas. Los niños pequeños son por naturaleza egocéntricos e incapaces de sentir empatía o ponerse en el lugar de otro. Su pensamiento aún es muy concreto, por lo que no pueden imaginar cómo se sienten los demás a consecuencia de sus actos; para ellos, la única realidad es la que se ve y se siente. Es por eso que ellos ven los actos como totalmente buenos o totalmente malos, no existen los términos medios. Piensan que las reglas o leyes, por ejemplo en los juegos, son inalterables y se molestan mucho si tratamos de cambiarlas aunque sea sutilmente. En este estadio, el niño cumple con las reglas para evitar el castigo o la desaprobación y no por convicción propia; tampoco reconoce las intenciones detrás de los actos sino que juzga en base a las consecuencias reales.

El segundo estadio o estadio de la moral de cooperación, se caracteriza por la flexibilidad moral. En este estadio, el niño ya ha madurado e interactuado con más personas, tanto adultos como pares, por lo que es menos egocéntrico y piensa un poco más en cómo su conducta afecta a los demás.

En este estadio los niños pueden ver que no todas las personas piensan igual ni ejecutan las reglas de la misma manera.

Finalmente entienden que las leyes pueden alterarse si la situación lo amerita y buscan la intención detrás de la acción antes de realizar juicios. Esperan que los castigos sean en proporción al acto y empiezan a formular sus propios principios morales.

Para ilustrar los estadios de manera sencilla, citemos un ejemplo que sucede en muchos de nuestros hogares. El niño está jugando con la pelota y por accidente golpea el jarrón preferido de mamá, el cual cae y se quiebra en mil pedazos. El niño más pequeño, que se encuentra en el primer estadio, reacciona de manera muy crítica, llora, se culpa por lo que ha hecho, siente que es imperdonable y piensa que debe ser fuertemente castigado por su mala acción. En cambio, el niño que ya ha alcanzado el segundo estadio lo primero que dirá posiblemente es: “fue sin querer, no lo hice a propósito”.

Este niño ante todo se disculpa y deja claro la motivación detrás de su error. Siente que al haberlo hecho de forma no intencional, tanto la culpa como el castigo se deben ver reducidos drásticamente.
Si bien es cierto que todos los niños llegan a atravesar estos estadios de manera consecutiva, cada uno de ellos lo hace a su propio ritmo y en su espacio de tiempo. Las reacciones de cada niño, inclusive de hermanos, varía en calidad e
intensidad y esto no los hace niños más o menos sensibles o capaces. Lo más importante es comprender que el desarrollo moral es un proceso que se da en etapas, como el resto de las capacidades que adquieren nuestros hijos al crecer. Para ayudarlos en este proceso, debemos en primer lugar servir de buen ejemplo, adoptando y modelando en todo momento las conductas apropiadas y deseadas. Debemos ser flexibles y comprensivos, ya que en el camino se cometen errores y se aprende a través del ensayo; y debemos ejercer métodos de disciplina positiva, que funcionen en torno a adquirir destrezas y no a fomentar culpa y arrepentimiento.

Sugerencias para los padres

  • Formule de manera clara y explícita los principios que rigen su familia.
  • Permita a sus hijos cuestionar las reglas y examinar las consecuencias positivas y negativas de las mismas para que las asimilen e integren. Esto no quiere decir que las reglas vayan a cambiar sino que se cumplan por cooperación y no por obligación.
  • No critique las decisiones de otros padres o familias frente a sus hijos, en lugar, hágales saber el porqué usted piensa de otra manera.
  • A medida que crecen, permita que sus hijos formulen sus propias reglas y consecuencias en relación a
    temas sencillos. Esto les enseñará a responsabilizarse de sus acciones y decisiones.
    Evite los castigos que avergüenzan o exhiben al niño. Nuestra meta es que el niño comprenda por qué la conducta es inaceptable y no que se sienta mal por haber actuado de esa manera.
  • Las acciones valen más que las palabras. No es suficiente decir a los niños lo que está bien o mal; nuestra conducta debe coincidir con nuestras palabras.
  • Ante todo, recuerde y practique la regla de oro. “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen”.