Entre libros y emociones en el regreso a clases

Por Melisa Márquez @hablemospty y Edgar Valderrama @psicedgarv, psicólogos y miembros de Fundación Relaciones Sanas

Publicado originalmente La Prensa 22 de marzo, 2019

¿Cuántas veces te han preguntado cómo te sientes y tu respuesta, sin pensarlo mucho, es un sencillo “bien”? En conversaciones diarias ese “bien” es lo que se espera y se considera una respuesta válida, pero ¿qué pasa cuando le hacemos la misma pregunta a nuestros hijos? ¿Nos conformamos con la misma facilidad? ¿Abrimos el espacio para que expresen sus emociones?

Recuerdo que cuando estaba en primer grado, mi maestra hizo algo que me molestó, pues lo consideraba muy injusto. Como había escuchado muchas veces que la ira era una emoción mala y no había aprendido aún a gestionarla correctamente, decidí no decir nada, me quedé callada y no expresé mi enojo. No quería escuchar a la maestra hablar ni completar los trabajos que me pedía. No tenía ganas de seguir siendo una “buena estudiante” porque no me sentía “bien” y no sabía cómo manejarlo.

En mi casa sí estaban permitidas todas las emociones y decidí contarle a mi mamá mi gran problema. Saber que ella estaba dispuesta a escuchar y apoyarme en la búsqueda de soluciones fue una gran ayuda para mí. Mi vida escolar mejoró luego de entender que tenía derecho a sentirme enojada, triste o feliz, y a expresarlo de forma respetuosa.

Esta anécdota puede serle útil a muchos padres que están pensando en la mejor manera de prepararse, junto a sus hijos, para el nuevo año escolar. Seguramente cuentan con una larga lista de pendientes: uniformes, libros de texto, cuadernos, lápices… Cumplir con todos estos requisitos y pensar en situaciones difíciles que pueden darse en el colegio, genera mucho miedo. Podemos recordar problemas que hayan tenido que enfrentar nuestros hijos en años anteriores, revivir nuestros propios momentos incómodos con compañeros o maestros, escuchar que el profesor Jaimito es súper estricto, que el niño más temido del grupo estará en el mismo salón que nuestra querida Susanita, incluso que Susanita es justamente la niña más temida del salón. Estas son algunas de las preocupaciones que pueden llenarnos de ansiedad para las cuales es necesario recurrir a una segunda lista escolar que nos brinde herramientas de cuidado emocional. Estas herramientas nos acercarán a nuestros niños y adolescentes, a entender las situaciones por la que pudieran estar pasando en el colegio y guiarlos para que sean capaces de tomar decisiones que favorezcan su bienestar.

Algunas sugerencias.

  • Haga preguntas abiertas y específicas como: ¿qué diferencia notaste entre tu salón del año pasado y el de este año? ¿Qué fue lo mejor que pasó hoy en la escuela? ¿Cuáles son las reglas del salón? ¿Qué fue lo más interesante que dijo tu maestra/o? ¿Te contó alguien algo divertido? ¿Qué hiciste durante el recreo? ¿Cambiarías algo de tu día de hoy en el colegio? Escuche con atención sus respuestas.
  • Conviértase en un modelo y capacite a sus hijos: cuente sus propias experiencias incluyendo sentimientos, pensamientos y acciones. Muestre confianza y pida opiniones o consejos, y agradezca sus aportes. Los niños y adolescentes son mejores imitando que escuchando. Es necesario liderar con el ejemplo y modelar maneras asertivas de comunicar necesidades. Es importante que conozcamos y respetemos sus límites, aprendamos a negociar en lugar de imponer y disculpémonos cuando hayamos cometido un error.
  • Utilice libros o cuentos: establezca una rutina de lectura en la que sus hijos sepan que pueden compartir tiempo de calidad con sus cuidadores. Enriquezca el momento con preguntas que hagan referencia a los personajes, sus sentimientos y sus acciones.
  • Valide los sentimientos: permita que sus hijos experimenten todas sus emociones para que aprendan a lidiar con ellas. Tenga presente que las emociones no son ni buenas ni malas, son necesarias. Evite rescatarlos, intentar convencerlos de sentirse de modo diferente o minimizar una situación. Acompáñelos mostrando confianza en que juntos encontrarán una solución.
  • Practique la observación y la empatía: ponga atención a la vida que llevan sus hijos dentro y fuera del hogar. Observe sus conductas, hábitos o estados de ánimo frecuentes. Si nota algún cambio, convérselo y explore posibles razones. Escuche la historia completa y dele la importancia que tiene para ellos, ofreciendo apoyo.

Cada familia puede ir probando qué le resulta más cómodo y natural e ir agregando nuevos recursos a la lista.

Lo importante es saber que podemos aprender más que inglés o matemáticas, y que siempre es buen momento para empezar a practicar.