Hablemos del silencio

Escrito por: Daniella Emiliani, psicóloga clínica y voluntaria de la Fundación Relaciones Sanas

Vivimos en una cultura en donde se piensa que el estar en silencio son espacios vacíos y tiempo perdido. Podemos tener la idea de que si no hablo en una conversación, soy una persona “aburrida” “poco interesante”. O, que va a haber un silencio incómodo y no sabría qué hacer con eso.

Desde que somos pequeños, nuestros cuidadores y padres nos han enseñado siempre a “decir algo”. Inclusive, nos han mandado el mensaje de que el silencio es inaceptable y que siempre hay que rellenarlo con algo, hasta con temas irrelevantes y poco interesantes, así que desde hace muchos años existe en nuestro inconsciente colectivo la creencia de que no me puedo quedar sin hablar y que no es permitido pensando, hacer una pausa y luego contestar.

Este es el estigma que queremos romper con este escrito, que los silencios y pausas reflexivas son adecuadas, aceptadas y que nos ayudan en muchas cosas con respecto a nosotros y a nuestras relaciones interpersonales.

El silencio como oportunidad para reflexionar

Cuando hablamos de pausa reflexiva nos referimos a poder parar y pensar sobre lo que estoy pensando y lo que está ocurriendo en el momento presente, sin apresurarse a contestar. 

Hoy, extendemos una invitación a repensar sobre el silencio y a darnos el permiso de comunicarnos a través de otras formas. Como los gestos, lenguaje corporal y expresiones faciales, es importante recalcar que aunque no estemos comunicándonos de manera verbal y través de las palabras, igual hay comunicación con los otros por medio de otros canales como los mencionados anteriormente.

Cuando nos referimos al silencio, no estamos hablando de quedarnos callados, sino de poder hacer pausas en donde podamos encontrar paz en el silencio. De poder bajar los decibeles de ruido, tanto internos como externos, y de poder dejar espacios para pensar mientras me estoy comunicando con otra persona. 

¿Para qué sirven las pausas reflexivas?

El silencio y las pausas reflexivas tienen muchos propósitos. Entre estos, encontramos que cuando paramos y pensamos nos da la oportunidad de escuchar. Tanto lo que está ocurriendo dentro de mí y mis estados emocionales, así como me da la oportunidad de poder entender y procesar lo que está ocurriendo en la mente del otro. Hacer esto tiene dos beneficios: primero entenderme, y segundo hacer lo mismo con la mente del otro. Y, todo este proceso ayuda mucho en las conexiones y relaciones interpersonales. 

Hay dos tipos de silencios principales. Uno es el silencio que está adentro de mi mente, y el otro es el silencio de los sonidos que están en el lugar donde me encuentro (ambiental). Es de suma importancia que podamos identificar que tipo de silencio necesito en un determinado momento. Y, una vez que lo identifique, que pueda calmar o bajar los decibeles–ya sea los que están dentro de mi mente y/o los que están afuera.

¿Cómo bajar el ruido?

Existen diversas maneras de poder calmar el ruido en nuestra mente. Luego de poder reconocer e identificar, puedo bajar o eliminar el volumen del mismo a través de la meditación, de la práctica constante del silencio. También, cuando encontramos cosas que nos den paz y que nos ayuden a regularnos. Poder utilizarla de manera constante, esta práctica para cada persona puede ser muy diferente. Por eso, es importante que cada uno pueda encontrar su silencio y calma de una manera personalizada. 

El poder estar en silencio y sentirme cómodo es una cosa muy poderosa y regeneradora, pero también puede ser difícil de hacer y de conseguir. Una de las razones es porque cuando hay silencio, me es fácil ponerme en contacto conmigo mismo y con las otras personas –algo que en ocasiones solemos evitar por temor. Si este es tu caso, te invito a que puedas explorar lo que esto significa. Ya que una relación sana y conectada con uno  mismo es sinónimo de una buena salud emocional.

Cuando experimentamos el silencio ocurren muchas cosas positivas en nosotros ya que el silencio implica impactos neuronales positivos en el cerebro. También se activan los procesos de atención que nos pueden ayudar a mejorar las funciones cognitivas entre otras cosas a nivel corporal que nos benefician. 

En fin, la práctica del silencio en nuestra vida puede tener impactos positivos en la mente, el cuerpo y las emociones. Te invitamos a que practiques y cultives estos momentos de pausas reflexivas.