Parental burnout

Por: Gaby Smith, Psicoterapeuta y Sub Coordinadora del Programa de Facilitación de Apego Madre-Infante 

Empezaré por confesar que la primera vez que escuché el término “parental burnout” me hizo mucho ruido en la mente y una parte de mí se resistía a conocerle.

Estaba acostumbrada a escuchar este tipo de palabras en trabajos que demandaran de mucha energía física o emocional al estar cuidando a otros, dejando a la persona extenuada y desmotivada en sus responsabilidades. Lo podemos ver claramente en el caso de maestras, enfermeras o cuidadores de oficio en general. 

Al fin y al cabo, estos son trabajos formales donde uno tiene una responsabilidad que es remunerada de alguna manera concreta con un salario. Si en estos casos llegara a ser extremo y atenta contra la salud, siempre está la posibilidad de renunciarlo y cambiar de oficio.

¿Pero cómo hablar de “parental burnout”? ¿Qué pasa cuando llegamos a sentirnos agotados física o emocionalmente?

El estrés es una reacción física del cuerpo cuando se encuentra con más demanda de energía (física o emocional) de las que podemos manejar. Pero más que quedarnos con lo concreto, esto me lleva a reflexionar qué significa para nosotros ser padres y cómo nos vivimos emocionalmente la crianza de nuestros hijos…

¿Es esto deseado? ¿Es esto un trabajo? ¿Es una decisión de vida? ¿Es algo que me cansa? ¿Me hace feliz? ¿Me hace sentir culpable?

Tantas emociones saltan a la misma vez que es imposible apañarlas “con una sola canasta” y hablar de agotamiento parental puede ser difícil debido a la naturaleza del “trabajo” que estamos hablando. 

Esto se puede ver reflejado en dolores en el cuerpo, falta de sueño, cansancio, irritabilidad, desmotivación y mil otras cosas, dejándonos activado muchas veces un sentimiento de culpa de “no poder con todo” o sintiendo que no somos “suficientemente buenos padres”.

Me atrevería a decir que ninguna madre (o padre) se escapa de esto en algún momento de la vida de nuestros hijos, y especialmente en tiempos de Covid todos lo hemos vivenciado en mayor o menor medida.

Nuestra naturaleza humana nos lleva la mayor parte del tiempo a “resolver” y buscar nuevas estrategias de manejar las cosas en casa. Todas estas formas pueden ser muy útiles, pero me temo que la mayor parte del tiempo terminan demandando mucha energía de nosotros, y un tiempo después nos vemos en el mismo escenario.

¿Cómo puedo recargar YO mi energía?

Esta pregunta a veces suena más fácil de lo que es. Tomarnos en cuenta como personas, separadas a nuestros hijos, con necesidades propias, gustos, intereses, sueños y hobbies es un aspecto difícil de incorporar en la crianza de nuestros pequeños. 

Estamos acostumbrados a enfocarla tanto en ellos, qué mejorar, cómo ayudarlos y estar para ellos, que se nos olvida tomarnos en cuenta a nosotros mismos. Esto podría estar alimentando un ciclo de estrés que termina desgastándonos una y otra vez.

La realidad es que el bienestar emocional de nuestros hijos depende en gran medida de nuestro propio estado emocional. Una madre “suficientemente” tranquila podrá contener las frustraciones un niño de una forma más calmada para ayudarle a regular su mundo emocional.

Por eso considero que los elementos claves que no pueden faltar en nuestra vida como padres es una mirada a nuestro propio mundo emocional y la práctica de la Autocompasión, la cual nos permite recordar a diario que somos seres humanos. 

Con esta práctica hermosa se nos abre una ventana de permisos para ser imperfectos, equivocamos, fallar y estar en paz con ser padres “suficientemente buenos”, que aman con todo el corazón y están tratando de hacer su mejor esfuerzo.

La autocompasión es el antídoto principal contra el “burnout” para la vida y nos abre un portal inmenso para tomar sin culpa lo que YO necesito. Esto permite recargar nuestra batería de la energía personal que necesitamos a diario para seguir en este camino humano de crecimiento mutuo.