Por qué es importante conocer más sobre tus emociones

Por: Becky Malca, Psicóloga Clínica y Psico-oncóloga

Las emociones son alarmas internas, presentes en nuestro cerebro desde el momento en que nacemos. Nos sirven para sobrevivir, adaptarnos y defendernos. Funcionan como guía para recorrer nuestra vida, nos mantienen informados de lo que está ocurriendo, a la vez que nos preparan para la acción.

Sin embargo, el éxito de su misión dependerá de la habilidad que tengamos para regularlas (disminuir la intensidad, frecuencia y duración) y así, poder reflexionar y tomar mejores decisiones. Esto nos recuerda, que las emociones no debemos catalogarlas como buenas o malas; lo importante es qué hacemos con ellas y cómo las gestionamos.

Para poder abordar nuestras emociones, lo primero tenemos que hacer es conocerlas.

¿Cuáles son algunas emociones básicas y para qué sirven?

Alegría, asco ira, miedo y tristeza, forman parte de lo que se conoce como emociones básicas. A partir de estas, surgen todas las demás. 

  • Alegría – Nos permite fortalecer la creatividad y el positivismo. Nos conecta con la vida misma.
  • Asco – Nos permite rechazar, impedir lo inaceptable. 
  • Ira – También conocida como enojo. Nos sirve para indicarnos que estamos frente a una injusticia. Nos ayuda a hacer valer nuestros derechos, a no dejar que nos pasen por encima. 
  • Miedo – Nos ayuda a prepararnos para responder ante situaciones de peligro e intentar sobrevivir. 
  • Tristeza – Baja nuestras revoluciones y nos invita a la introspección, ayudándonos a elaborar las pérdidas. 

Como vemos, cada una de ellas tiene algo que informarnos. Y, cumplen una función específica, por lo que todas son esenciales. Aparecen como consecuencia de la percepción de un cambio en nuestro entorno y su presencia, por tanto, están determinadas por situaciones externas y no por voluntad.

Esto significa que no las escogemos ni las podemos controlar. Sin embargo, una vez que surgen, podemos decidir qué haremos con ellas. Desde un lugar sano, las podemos sentir y expresar. Y, desde un lugar no tan sano, podemos llegar a negarlas, o intentar reprimirlas o disimularlas. 

¿Qué es una montaña rusa emocional y cómo manejarla?

Cuando nos encontramos frente a situaciones inciertas, se altera nuestra sensación de seguridad. Y, con ello, las emociones suelen manifestarse con mayor fuerza, intensidad y duración. Esta sensación de amenaza genera en nuestro mundo interno un movimiento brusco, como una especie de montaña rusa emocional, que va a requerir de nuestra consciencia plena para poder abordar y regular. Algo que los profesionales de salud mental llamamos: regulación emocional.

La regulación emocional, es una habilidad que todos podemos aprender y desarrollar. Se construye en el vínculo establecido con los cuidadores primarios, en etapas tempranas, pero las podemos trabajar el resto de la vida. Los bebés necesitan de sus cuidadores para que ellos entiendan sus necesidades, hagan esa conexión que el bebé, por sí mismo, aún no puede hacer, pero que irá aprendiendo poco a poco a representar y establecer. 

Más allá de cómo se den esos primeros años, las interacciones sociales que establecemos a lo largo de nuestra vida también influyen significativamente. Y, logran que dicha habilidad pueda seguir desarrollándose incluso hasta la vejez. El adulto, si no tiene palabras ni herramientas para gestionar la emoción, necesita igualmente de otro, para poder ayudarle a darle un nombre. Cuando su medio no se lo ha podido ofrecer, este proceso suele facilitarse en el transcurso de la terapia, siendo el terapeuta quien le ayude a nombrarlas e identificarlas y enseñarle a hacer esta conexión.

La importancia de la autorregulación

Para aprender a regularnos debemos, primeramente, parar. Muchas veces alcanzamos este primer punto, trabajando con nuestra respiración. Hacer un freno y sentir la emoción para poder identificarla, nombrarla, comprenderla y posteriormente, actuar desde la reflexión. 

Realizado este proceso, la emoción termina desapareciendo porque ya ha cumplido su función. Sin embargo, si en vez de realizar este proceso, no escuchamos ni recibimos la información que nos trae, lo que pudo ser inicialmente una ayuda, se termina convirtiendo en un problema. Esto es lo que provoca que la emoción siga presente, y a la vez, aumente en intensidad, frecuencia y duración, por no haber podido cumplir con sus funciones. 

Hasta que no logre realizar su tarea, la emoción no va a descansar.

Si aprendemos a expresar y regular nuestras emociones, esto nos ayudará a: 

  • Conocernos y aceptarnos
  • Tomar decisiones con mayor consciencia
  • Aprender a resolver problemas de una manera sana
  • Mejorar el recuerdo de eventos importantes
  • Ser empáticos
  • Asumir la responsabilidad de nuestras propias acciones
  • Tener buenas habilidades sociales
  • Vivir con mayor armonía
  • Adaptarnos mejor a los cambios
  • Tener inteligencia emocional
  • Mejor salud física y mental
  • Contar con una mejor calidad de vida

Es en momentos de crisis y sensación de montaña rusa emocional, en donde la oportunidad para conectarnos con nosotros mismos parece imponerse. Si la aprovechamos, podremos descubrir que contamos en nuestro interior con el mejor sistema de guía, combate y rescate para hacerle frente a cualquier situación. ¡Atrévete a descubrir qué mensaje te intentan transmitir tus emociones!