¿Por qué perdemos el control a la hora de comer?

Por Natalia Corró, Psicóloga Clínica

¿Has escuchado del Marshmallow Test de Walter Mischel? A lo mejor sí, porque recientemente está en todos lados (principalmente viralizado por personas públicas como Kylie Jenner y su hija Stormi).

Mischel creó uno de los experimentos más famosos de la historia de la psicología para probar la importancia del autocontrol y los resultados de la gratificación tardía en la vida de las personas. El experimento consiste en que un adulto le ofrece dulce a un niño y le daría dos opciones:

  • La primera opción sería comerse un solo dulce en ese preciso momento, 
  • y la segunda opción que esperara sólo en una habitación hasta que el adulto volviera.

Si lograba esperar, se podría comer dos dulces en vez de uno. Mischel encontró que aquellos niños que podían esperar más tiempo sin comerse el dulce serían mejores académicamente, ganarían más dinero, y tendrían vidas más saludables y felices. 

¿Cuál es la relevancia de este experimento?

Hago referencia a este experimento porque me lleva a hacerme la pregunta: por qué si, como adultos, sabemos la importancia del autocontrol y los beneficios de tener la capacidad de posponer una recompensa, ¿nos enfrentamos a circunstancias en las que no somos capaces de controlarnos a nosotros mismos? En este artículo me enfocaré especialmente en la sensación de pérdida de control alrededor de la comida.

¿Cómo se ve esto en nuestra relación con la comida? 

Sí tu alimentación es emocional, te sentirás identificada/o con una escena en la que empiezas por comer algo. Y, luego, se abre el camino para buscar algo más de comer, y luego algo más, y algo más. Cuando terminas, parece que hubieras estado inconsciente por un momento, para luego despertar con una sensación de llenura o sentimiento de incomodidad y culpa difíciles de tolerar.

En una circunstancia como esta, perdemos el control que tanto quisiéramos tener y que, según Mischel, tendrá resultados positivos en nuestra vida.

No nos da tiempo para pensar si realmente tenemos hambre o no, cuál será el resultado de comer, y cómo nos vamos a sentir después de la ingesta. No da tiempo porque lo que nos lleva a recurrir a la comida no es hambre, si no la necesidad de buscar una fuente de bienestar y gratificación, un refugio para evitar sentir una emoción que nos es difícil de tolerar y afrontar. Dicha necesidad es inconsciente, y por ende sobrepasa nuestra capacidad de autocontrol. 

¿Qué es la alimentación emocional? 

El comer emocional y la pérdida de control alrededor de la comida en muchas ocasiones son el resultado de un mal aprendizaje del modo de afrontar y gestionar nuestras emociones cuando éramos pequeños. Es común ver que desde la infancia, a los niños se les premia o consuela con alimentos llenos de azúcar o grasa.

Por ejemplo, todos hemos visto al niño que llora y recibe un caramelo que posteriormente lo calma, sin saber realmente qué estaba sintiendo o por qué estaba llorando.

No nos debe parecer raro entonces que ese niño, de adulto, sienta la necesidad de recurrir a la comida, especialmente este tipo de alimentos, cuando necesite consuelo. De otro modo, no será capaz de comprender ni tolerar aquellas emociones que lo inquietan. Esto es clave porque la conciencia que tenga una persona sobre sus estados emocionales es lo único que lo va a permitir ¨controlarlos¨ o más bien regularlos de una manera adecuada y, en este caso, evitar que sea a través de la comida.

¿Cómo empezar a escuchar nuestra “hambre” emocional?

 Entonces, ¿por qué perdemos el control? En mi opinión hay una respuesta clave para esto y es por falta de autoconocimiento.

El autoconocimiento nos permitirá ser consciente de nuestras emociones y por ende desaprender esas conductas no deseadas. Solo cuando realmente se conozca, una persona será capaz de gestionar sus emociones de una manera adecuada y evitar la sensación de pérdida de control.

No interesa quién los demás dicen que eres, ni quien aparentas ser, si no realmente quién eres tú, qué te gusta, que no, que deseas y que no. Cuando llegamos a conocernos, nos comprendemos y aceptamos; sabemos aquello que nos agrada de nosotros y aquello que no, evitamos la autocrítica e ignoramos esa voz interior que en ocasiones se compara y exige perfeccionismo, la cambiamos por una voz que nace de la aceptación, que nos ayuda a crecer y a superarnos.

Solo al ser capaces de sentir y aceptar, evitaremos caer en el impulso de comer para tapar los sentimientos de insatisfacción.


El autoconocimiento, además, abre el camino a la asertividad, a evitar hacer aquello que nos incomoda, o hacerlo, pero de manera consciente. Cuando actuamos para satisfacer las necesidades de los demás y dejamos las nuestras a un lado, nuestros niveles de cortisol en el cuerpo se elevan y la incomodidad que sentimos aumenta. 

La asertividad te ayudará a eliminar el miedo de hacer las cosas por ti y de expresar lo que sientes, a evitar quedarte con sentimientos de incomodidad adentro que tu cuerpo expresará, o evitará sentir con comida más temprano que tarde. 

 Perder el control alrededor de la comida refleja que hay una desconexión entre quien realmente eres y como eres en este momento. Al perderlo ya no estas saciando el hambre, sino algo más. Hay algo de ti que no conoces, que no has podido expresar y que te comes para no afrontarlo. Es cierto que el comer emocional te da una gratificación momentánea, pero la gratificación y felicidad de saber que uno tiene la capacidad de manejarse alrededor de la comida, y su vida, no tiene fin. 

Aventúrate al mundo del autoconocimiento, dale un sentido propio a tu vida, quiérete y acéptate.