Señales de Desgaste Emocional

Por: Mgtr. Becky Malca – Psicoterapeuta y Psicooncóloga

El ser humano se caracteriza, entre otras cosas, por su deseo de tener control en su entorno, en su vida. Dicho control le genera seguridad, tranquilidad, orden, fortaleza, confianza.

Sin embargo, cuando la vida deja de ser predecible –por ejemplo, cuando perdemos nuestro trabajo, ocurre la muerte de alguien cercano, terminamos una relación o recibimos un diagnóstico– suele despertarse una sensación de incomodidad significativa.

Y esto, dependiendo del significado que cada quien le atribuya a la nueva situación, puede sentirse como algo pasajero o el inicio de un desgaste emocional por intentar mantener “todo en su lugar”.

El término desgaste emocional surge, en parte, a raíz de lo que en un inicio se identificó como una reacción al estrés laboral crónico.

En los años 70, Herbert Feudenberger identificó el síndrome de Burnout o síndrome de desgaste profesional, para describir la sensación de “estar quemado”. En el año 86, Maslach y Jackson ahondaron un poco más en su definición, indicando la existencia de tres dimensiones (agotamiento o desgaste emocional, despersonalización y baja realización personal).

Posteriormente, el término de desgaste emocional deja de ser exclusivo para el sector laboral, aplicándose a cualquier área de la vida.

Entendemos desgaste emocional como un estado al que se llega por una sobrecarga de esfuerzo. No sólo laboral, sino también emocional y cognitivo, al tratar de afrontar situaciones difíciles y/o dolorosas. Y en un afán de mantener “todo bajo control”, se puede empezar a esconder emociones difíciles.

Pensamientos como “debo ser fuerte” o “a mal tiempo, buena cara”, son algunos de los mitos que acompañan estsa ideas y que, paulatinamente, generan un desgaste emocional.

Dicho desgaste en un inicio puede pasar desapercibido. Simplemente, vamos apilando situaciones en nuestro interior, una sobre otra, como si fuera una forma de darle espacio a las futuras experiencias que la vida nos tiene.

Con el tiempo, si no reconocemos lo que sentimos y le ponemos nombre, el desgaste emocional comienza a manifestarse cada vez un poco más.

Algunas señales de desgaste emocional incluyen:

  • Desmotivación.
  • Inestabilidad emocional (fluctuación en la aparición y permanencia de las emociones, pudiendo llegar a desencadenar trastornos como ansiedad y depresión).
  • Irritabilidad (molestarse por cualquier cosa).
  • Falta de concentración.
  • Distanciamiento afectivo.
  • Pesimismo (comienzas a ver todo negativo).
  • Apatía (desinterés por las cosas).
  • Anhedonia (incapacidad de sentir placer, de disfrutar las cosas como antes).
  • Cansancio físico (el agotamiento emocional se refleja también en el cuerpo).
  • Alteración en los hábitos del sueño y la alimentación.
  • Te enfermas con facilidad (defensas bajas).
  • Sensación de insatisfacción e inutilidad.

Mientras más tiempo mantenemos sin elaborar las situaciones emocionales y el estrés que experimentamos, mayor dificultad para sentirnos con la capacidad de disfrutar de una vida plena y con sentido.

Algunas de las consecuencias que puede generar el desgaste emocional son:

  • Consumo de sustancias y de alcohol.
  • Aislamiento.
  • Abandono.
  • Conflictos interpersonales.
  • Ideas de suicidio.
  • Comportamientos de alto riesgo.

Las recomendaciones para evitar el desgaste emocional:

  • Identificar las emociones propias, ponerles nombre y hablar de ellas.
  • Equilibrar el ritmo de vida. Priorizar.
  • Aprender a decir “no”.
  • Delegar funciones.
  • Realizar actividades físicas.
  • Descansar.
  • Hidratarse y alimentarse adecuadamente.
  • Organizar tiempo libre y disfrutarlo.
  • Compartir con personas que queremos y nos quieren.
  • Dialogar.
  • Ser asertivos.
  • Ser realista en las metas (considerar si se debe disminuir nivel de exigencia).

¿Qué hacer en caso que el desgaste emocional esté presente?

  • Lo más importante es hablar con alguien de confianza o un profesional acerca de tu estado emocional.
  • Planificar un nuevo horario en el cual contemples espacios para dormir, comer, trabajar y descansar.
  • Hacer ejercicios (ayuda a liberar el estrés).
  • Realizar ejercicios de respiración, meditación, yoga.
  • Practicar alguna actividad con la finalidad de distracción (ejemplo: pintar, dibujar, bordar, etc.)

No sabemos cómo, cuándo, cuáles ni cuántas serán las distintas pruebas que tendremos que atravesar a lo largo de nuestras vidas, pero de nosotros sí depende con qué actitud queremos afrontarlas. En la medida que trabajemos en nuestra salud mental, contaremos con más y mejores herramientas para lograrlo.