Y tú, ¿Qué tipo de apego vas a construir?

Por: Damaris Samaniego, Psicóloga Clínica 

Diariamente escuchamos comentarios en torno al apego: “ay no te apegues tanto que luego sufres”, “es que ese niño está muy apegado”, “oye, tienes que ser independiente, deja ese apego”, “apegarse es cosa de niños”… que nos hacen pensar que el apego es algo malo, que debe evitarse a toda costa. 

Sin embargo, cuando contemplamos el reino animal, podemos confirmar que todos los vertebrados nacen con el instinto de vincularse con el progenitor para poder sobrevivir, lo cual se conoce como impronta (incluso puede ocurrir impronta con otro adulto de la especie u otra especie, que le dé protección). 

En el ser humano, el sistema de apego es una disposición/motivación a buscar la proximidad del adulto para así garantizar su supervivencia; es un lazo afectivo que une a la cría con el cuidador, que a diferencia de otras especies, nace totalmente dependiente. 

Este apego, es como una brújula y molde que guía la forma de relacionarse con otros, de percibir la realidad, la visión que se tiene del mundo (confiable dónde obtendrá ayuda o no…) y la forma de pensarse y tratarse a Sí Mismo (valioso, merecedor de afecto, capaz, suficiente…o no). Como vemos, esto no solo pertenece a la infancia y niñez, sino que impacta y sigue vigente en la vida adulta, en sus diferentes facetas (personal, relacional, laboral, profesional, etc.). Y como es un sistema dinámico, nuevas relaciones sanas  pueden reestructurar el tipo de apego, de allí la importancia de hacer psicoterapia.

Cuando el bebé/niño percibe desconexión, desplegará una serie de acciones llamadas conductas de apego que buscan obtener o mantener la conexión con la figura de apego. Estás acciones, se adaptan a la conducta característica del cuidador, que en su estilo seguro, promueve en él, mantenerse cerca del niño para protegerle. En otras situaciones, estas acciones pueden manifestarse como protestas desbordadas (especialmente si el apego es inseguro). Esta misma dinámica puede observarse en las relaciones de pareja.

Toda la interacción antes mencionada durante el tiempo, va gestando en la mente del bebé un modelo operativo respecto a sus figuras de apego que le permitirá anticipar sus respuestas y dirigir acciones para conseguirlas. 

Saber que la figura de apego es accesible, sensible e involucrada con sus necesidades, da a la persona un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad y la alienta a valorar y continuar la relación. O si las respuestas y cuidado cálido no han sido continuo, constante, integrado, la persona aprenderá a no confiar, a replegarse sobre sí mismo, a depender solo de sí.

Repasemos sucintamente la dinámica de los tipos de apego:

Seguro: El cuidador es afectuoso, constante, establece límites, por ende el bebé puede anticipar, saber qué esperar; al ir creciendo tendrá la capacidad de explorar el mundo y poder regresar, ser autónomo, amar y recibir amor, sabrá que alguien podrá ayudarlo, confiará en otros. De adulto desarrollará una interdependencia sana, autonomía y cuidará de su salud… 

Inseguro Rechazante: El cuidador presiona para que el bebé sea rápidamente independiente, que no lo necesite (porque muchas veces no sabe cómo conectarse, tiene temor también). Por ello, el bebé entiende que no tendrá respuesta, al ir creciendo no pedirá ayuda, internalizará que solo cuenta consigo mismo. De adulto desarrollará una autosuficiencia no sana, pues teme el rechazo, le costará reconocer y expresar lo que siente y necesita, desconfiará que otros puedan quererlo y preocuparse por él…

Inseguro Ambivalente: El patrón del cuidador genera confusión porque unas veces quiere ser cercano pero raya en la sobreprotección y otras veces es muy frío, sin atender a lo que necesita realmente el bebé. Por ello, el bebé al ir creciendo internalizará que debe hacer todo lo que le dice para que se quede con él, pero como no es confiable, le cuesta creer el afecto y se mantiene distante también. De adulto no se sentirá suficiente por lo que temerá un posible abandono y mostrará una actitud dependiente o distante, costándole expresar lo que siente, anhelará la intimidad pero también la temerá…

Inseguro Desorganizado: aquí, quien debe cuidar es quien daña también, lo que produce en el bebé una desorganización en la experiencia del Sí Mismo. De adulto, los límites se percibirán difusos, querrá con mucha intensidad y a la vez despreciará, podrá mostrar una sumisión marcada o por lo contrario conductas violentas, le costará muchísimo confiar en otros. Este tipo de apego es frecuente cuando existe trauma sostenido o a edades muy tempranas. 

En conclusión, siempre se desarrollará un apego, lo que deben reflexionar es: qué tipo de apego es el que vas a construir con tus hijos.