Por: Emilia Smith, Psicóloga (@elhuertode.emilia)
Desde pequeños llegamos al mundo con la necesidad de ser contenidos, estructurados y orientados. Los seres humanos nos sumergimos en la cultura, donde integramos e internalizamos parámetros que van a dirigir nuestro pensar y actuar. Seguimos aquel patrón de conducta que al nacer observamos, aprendemos y desde el instinto confiamos nos protegerá.
Nuestro ágil cerebro nos permite, en la facilidad de segundos, reconocer a otros individuos y sus características diferenciadoras. Decodificamos constantemente categorías cuyo origen se vincula a construcciones sociales que dependen del contexto histórico. Inadvertidamente, formamos una impresión mental al interactuar con el mundo, permitiéndonos distinguir las diferencias individuales que diversifican a nuestra humanidad.
¿Genética o Ambiente?
El estudio de las diferencias individuales surge de reconocer la interacción entre genética y ambiente, ambas dimensiones se constituyen por teorías que nos permiten entender al mundo. La genética integra la mente, el temperamento y las cualidades físicas heredadas. Por otro lado, el medio ambiente compromete la cultura, la socialización, la educación y el manejo de nuestras emociones.
Ambas instancias se nutren de una diversidad de líneas imaginarias que nos permiten predecir, describir y explicar la infinita variabilidad humana. El complejo entramado de categorías ha sido construido y estudiado a lo largo de la historia, permitiéndonos comprender aquello que tenemos en común y lo que nos diferencia. Aparece en la ciencia el estudio de la personalidad.
La curiosidad humana no se da a vasto en definir modos de organizar y clasificar lo que vemos. Una consecuencia importante de este fenómeno es la comparación social que puede basarse en la raza, etnia, orientación sexual, clase social, el género, las capacidades y otros. Inclusive, los estudios de interseccionalidad nos permiten apreciar cómo al identificarnos con una u otra posibilidad podemos colocarnos en una posición de opresión o privilegio en nuestra sociedad.
Flexibilidad ante la diversidad
La problemática radica en nuestra capacidad para construir relaciones y convivir socialmente con las diferencias que podamos encontrar, en vez de distanciarnos y segregarnos a partir de ellas. En cada encuentro con un otro tenemos la oportunidad de crear historias, acercarnos con curiosidad, sin acorralar nuestros gestos espontáneos.
Fechas importantes como el 21 de marzo, nos invitan a promover una convivencia inclusiva y derribar paradigmas que perpetúan nuestra estadía en una zona de confort donde la diferencia es intolerable. Saquemos provecho a la diversidad, entendiendo nuestras fortalezas y debilidades. Trabajemos en crecer unidos, a pesar de la distancia: seamos accesibles. Permitamos que nuestra historia sea flexible, vulnerable y constructiva, humana al fin.